El poeta y novelista Mario Benedetti escribió un poema en el cual se cuestiona: “¿Qué
les queda a los jóvenes?” en el mundo en que vivimos, un mundo de rutina y ruina”,
un mundo “de consumo y humo “. Con cierto optimismo, el escritor uruguayo responde
que los jóvenes aún pueden reaccionar ante los embates de una sociedad que asfixia,
que acorrala, que degrada.
Además
de rebelarse ante tantas injusticias, ante tanta miseria, ante tanta sangre
derramada, además de protestar y de rechazar las propuestas de una sociedad cada
vez más individualista, egoísta y consumista, los jóvenes todavía pueden recuperar
la palabra, la fe y la alegría, el respeto a la vida y a la naturaleza;
recobrar los sueños, la fantasía y el
amor.
Los jóvenes no deberían vacilar en
tender a la perfección, a la excelencia, en desechar terminantemente los
prejuicios, la vulgaridad, la discriminación. No deberían vacilar en rechazar
con energía la droga, la violencia, la corrupción, la intolerancia y
desarrollar, en cambio, la capacidad de pensar la realidad y de pensarse, para
reconocer todas sus potencialidades como personas.
Uno de los caminos más confiables para
transitar hacia el futuro que se le presenta a los seres humanos es el
conocimiento, no las confrontaciones.
Al respecto, Jaim Etcheverry señala: «…nuestra
última esperanza tal vez resida en conseguir quela escuela se transforme en ese
singular baluarte de la resistencia cultural en el que se defienda lo humano.»
Qué importante que el hombre no olvide
su condición humana. Por eso decimos que a los les queda mucho por hacer y
proponer. No solo les queda e alcohol, el rock, el graffiti como manifiesta Benedetti, sino también crear lazos,
espacios para el diálogo, comprometerse con la sociedad, valorar la amistad, el
esfuerzo, el trabajo, la lectura, la sabiduría, aprender a convivir en paz,
defender la verdad y las propias convicciones, luchar por la libertad y la
justicia. También les queda extender siempre una mano, una sonrisa.
La sociedad aguarda de cada uno de nosotros
alguna señal que presagie una esperanza, el deseo de lograr una convivencia
armónica para que todos podamos vivir una vida plena, digna de ser vivida.
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